"El Bosque" de Béjar

“El Bosque” de Béjar

¿Con qué otro nombre podría llamar a su villa preferida el Duque de Béjar? El bosque, con minúsculas, es el elemento más característico de la naturaleza de la zona; y El Bosque, con mayúsculas, es la guinda del pastel turístico bejarano. Esta villa renacentista tiene el mérito de unir en su seno ese exuberante paisaje con las creaciones arquitectónicas del mejor gusto. Todos esos méritos le valieron la declaración de Jardín Artístico en 1946.
Fue construido en el siglo XVI, en tiempos del duque Francisco de Zúñiga, como finca de recreo al modo de las villas italianas del Renacimiento. Basándose en los tratadistas de la época su espacio conjuga extensas praderas y frondosos bosques con las huertas y el jardín, sumados a los elementos más artificiales como un palacete, un estanque de grandes dimensiones, fuentes, paseos, rotondas, escalinatas, etc.

Su entrada principal se sitúa en el camino entre Béjar y la pedanía de Palomares, a menos de un kilómetro al este de la ciudad. Ya dentro, pasando entre la Casa del Bosquero y un jardín secreto, nos topamos con el estanque, magnífica lámina de agua rematada en su centro por un templete cuadrado a modo de isleta. Detrás de nosotros está la fachada sureña del palacete con seis ventanales en cuyos dinteles se repite una leyenda en latín que recuerda la fecha de fundación del conjunto. Junto a él, también grabado en piedra, aparecen tres escudos: el de los Zúñiga, el de los Sotomayor, y otro blasón con las siglas F y G, que significan Francisco y Guiomar, los inspiradores de El Bosque. Si continuamos por este lateral del estanque nos vamos a encontrar con un bello rincón muy simbólico del sentido de esta villa: se trata de la Fuente de la Sábana, monumental surtidor en forma de arco de triunfo romano y con elementos barrocos, que tiene como compañía, desde su construcción, a un vetusto tejo de cerca de cuatrocientos años. Continuando alrededor del estanque, pasamos por distintos descansaderos, lugares propicios para la meditación como la exedra, la rotonda superior (que comunicaba con el bosque en estado salvaje) o el estrado blasonado; este último presidido por otra fuente del siglo XVI, la llamada de los Ocho Caños, con copa y aljibe poligonal. Al completar el perímetro del estanque debemos desviarnos a la izquierda para, descendiendo por una escalinata, acceder al jardín. Éste, que fue originariamente renacentista, tiene hoy el carácter romántico que el siglo XIX le confirió, introduciéndosele las grandes coníferas de la actualidad. De entre ellas destaca por sus dimensiones, tanto de altura como de grosor del tronco, la secuoya gigante.

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